México:
Existe otro México profundo, que no es el México antiguo, el de las tierras altas y el maíz, ni el duro y violento de tiempos más recientes. Es el de la costa caribeña, el del cañaveral y el café, el petróleo y el danzón, y tiene su epicentro en Veracruz, una ciudad cuyo nombre evoca por sí solo un mar de historias. Encrucijada del comercio mundial en la época colonial, fue el punto de entrada para los conquistadores españoles y el puerto de llegada para miles de esclavos robados de África. Llegaron encadenados en las bodegas de los barcos de esclavos para trabajar en ingenios azucareros, fincas y minas. Debido a su condición de cautivos, ocupaban una posición social inferior a la del indígena y se convirtieron en los ancestros invisibles de la nación mexicana.
Fundada en 1608 por un grupo de esclavos fugitivos, San Francisco Mata Clara fue «el primer pueblo libre de América» liderado por el legendario Nyanga quien, después de varios años de lucha por la libertad, logró que el virrey, el Marqués de Cerralvo, legitimara definitivamente el asentamiento. A partir de las últimas décadas del siglo XVI, los cimarrones se convirtieron en una amenaza para el tráfico de mercancías entre Veracruz y el centro de México, y se lanzaron varias expediciones punitivas contra ellos. Nyanga y sus seguidores ingresaron a un territorio poco poblado, y después de años de escaramuzas, llegó la negociación. Así nacería el primer pueblo de negros libres en América con el compromiso de entregar a las autoridades a los esclavos fugitivos que buscaban protección entre ellos, algo que nunca cumplieron.
Para mediados del siglo XVII, la mayoría de los negros y mulatos serían libres y, un siglo después, cuando la esclavitud colapsaba al no ser ya rentable, las denominaciones más comunes eran pardo —descendiente de indio y negro— y moreno para referirse a cualquier mezcla entre español y negro.
Otras migraciones de africanos, pero especialmente de ascendencia africana, se sucedieron en el siglo XIX. Algunos vinieron a México desde Estados Unidos, huyendo de la esclavitud, y otros desde América Central, en busca de mejores condiciones de vida. Por ejemplo, además de los africanos que llegaron a Veracruz a lo largo del período colonial, llegaron al puerto en el siglo XIX.
trabajadores de ascendencia africana traídos por empresas constructoras inglesas y francesas y, en el siglo XX, trabajadores de ascendencia afro para empresas petroleras estadounidenses. Esto, entre otras cosas, explica por qué esta región mantiene, aún hoy, rasgos de herencia africana en diversas expresiones culturales como festivales, música, danzas y comida (preparación de guisos con plátanos, yuca, arroz o pescado), además de los apodos de varios pueblos como Mandinga, Matosa o Mozomboa.
Los afro-mexicanos existen.
Distribuidos en comunidades dispersas y pequeñas y aisladas en diversas regiones del país, especialmente en el estado de Veracruz y la Costa Chica de Guerrero, olvidados por la historia oficial, su mera presencia actual es una reivindicación de un pasado cultural y social que algunos antropólogos han bautizado como la tercera raíz, junto con el español y el indio, del México moderno.
África es la «tercera raíz» de México. Esto fue reconocido por el gobierno mexicano en 1992 al conmemorar el 500 aniversario del encuentro con España.